El trastorno de pánico es una afección de ansiedad caracterizada por la presencia recurrente e inesperada de ataques de pánico.
Estos episodios de miedo intenso suelen ocurrir de manera súbita, sin un desencadenante aparente, y se acompañan de síntomas físicos y psicológicos que son abrumadores para la persona que los experimenta.
La persona que padece trastorno de pánico vive con miedo de sufrir nuevos ataques, lo que les lleva a experimentar ansiedad anticipatoria.
También es común que eviten ciertas situaciones o lugares donde consideran que podrían tener nuevos episodios de pánico.
Es importante distinguir entre un ataque de pánico aislado, ataques de pánico como síntoma de otra condición psicológica y el trastorno de pánico.
Un ataque de pánico lo podemos definir como un episodio de miedo intenso o terror que puede ocurrir como respuesta a una situación estresante o aparentemente de la nada.
Por otro lado, los ataques de pánico pueden manifestarse como un síntoma en otros trastornos de ansiedad, por ejemplo tener un ataque de pánico exponiendo un tema delante de un auditorio, experimentar ataques de pánico cuando se conduce o cuando se monta en un avión.
En estas situaciones los ataques de pánico se entienden como una manifestación del trastorno de ansiedad.
En cambio, el trastorno de pánico se diagnostica cuando una persona sufre ataques de pánico recurrentes e inesperados y desarrolla un temor persistente de experimentar futuros episodios.
Este miedo anticipatorio puede llevar a la persona a generar cambios significativos en el comportamiento y el estilo de vida, como evitar actividades cotidianas, lugares o situaciones donde se teme que podría ocurrir un ataque, pudiendo desarrollar trastornos de pánico con agorafobia.
Además, el trastorno de pánico puede incluir síntomas físicos continuos y debilitantes, incluso entre los ataques.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, quinta edición (DSM-5), establece los siguientes criterios específicos para el diagnóstico del trastorno de pánico:
Para ser diagnosticado con trastorno de pánico, el individuo debe experimentar ataques de pánico que ocurren de manera recurrente e inesperada.
Después de al menos un ataque de pánico, el individuo debe experimentar durante un mes o más una preocupación persistente acerca de sufrir nuevos ataques o sobre sus posibles consecuencias, como perder el control, tener un ataque cardíaco o volverse loco.
La persona debe exhibir cambios notables en su comportamiento relacionados con los ataques, como evitar actividades o situaciones que puedan desencadenar un ataque de pánico.
Los síntomas no deben ser atribuibles a los efectos fisiológicos de una sustancia (como drogas o medicamentos) ni a otra condición médica (como hipertiroidismo). Además, los síntomas no deben ser mejor explicados por otro trastorno mental, como fobia específica, trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) o trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Por tanto, para poder realizar un diagnóstico de trastorno de pánico la persona experimentará ataques de pánico, los cuales presentan una combinación de síntomas físicos y psicológicos:
Los ataques de pánico provocan una serie de síntomas físicos intensos y, a menudo, aterradores. Estos incluyen:
Los ataques de pánico también incluyen una serie de síntomas psicológicos, que pueden ser tan perturbadores como los físicos:
Para desarrollar una terapia eficaz para el trastorno de pánico, en Psicoglobal establecemos una serie de pasos que vamos desarrollando a lo largo del tratamiento.
Nuestros psicólogos realizarán una evaluación cuidadosa y exhaustiva para conocer de manera detallada la información sobre los síntomas del paciente.
Esto incluye la duración, frecuencia e intensidad de los mismos. Además, se considerarán cualquier factor estresante reciente y situaciones desencadenantes que puedan estar afectando al paciente.
Toda esta información relevante se utilizará para diseñar una terapia personalizada y ajustada a las necesidades de la persona.
Para realizar esta evaluación utilizaremos entrevistas clínicas, cuestionarios y autoinformes.
Una vez que tengamos el diseño de la terapia, implementaremos las estrategias y técnicas necesarias a lo largo de las sesiones para ayudar a la persona a gestionar su trastorno de pánico.
En nuestra terapia para el trastorno de pánico, utilizamos la terapia cognitivo-conductual. Esta metodología ha demostrado ser eficaz para gestionar este tipo de trastorno.
La terapia ayuda a los pacientes a identificar y cambiar los patrones de pensamiento y comportamiento que contribuyen a los ataques de pánico.
A través de la reestructuración cognitiva, los pacientes aprenden a reemplazar pensamientos catastróficos con interpretaciones más realistas así como a desarrollar estrategias de afrontamiento efectivas.
Otras de las técnicas que aplicamos en la terapia son las técnicas de exposición: Implica exponer gradualmente a los pacientes a las situaciones que temen en un entorno controlado y seguro, ayudándolos a reducir la sensibilidad a esos desencadenantes y a disminuir la frecuencia y la intensidad de los ataques de pánico.
También aplicamos técnicas de autorregulación física. Puesto que en el trastorno de pánico los síntomas físicos son muy perturbadores, las técnicas de autorregulación física consiguen que la hiperactivación disminuya de manera gradual.
Adicionalmente, empleamos otras técnicas como la identificación de desencadenantes, establecimiento de rutinas o psicoeducación para desarrollar una terapia integral para el manejo del trastorno de pánico.
Una vez que la persona ha desarrollado todas las herramientas necesarias para gestionar el trastorno, nos centramos en la prevención de recaídas y en el mantenimiento de los avances terapéuticos, hasta dar por finalizada la terapia.
De la misma manera que en los ataques de pánico, no se saben con exactitud cuáles son los factores que predisponen a una persona a desarrollar un trastorno de pánico.
Sin embargo, existen ciertos factores biológicos, psicológicos y ambientales involucrados en el desarrollo del trastorno de pánico.
Existe evidencia significativa de que el trastorno de pánico puede tener un componente hereditario. Las personas con familiares de primer grado que padecen de trastorno de pánico o de otros trastornos de ansiedad tienen un mayor riesgo de desarrollar la condición. Estudios de gemelos también apoyan la influencia genética en la aparición del trastorno.
El funcionamiento anormal de ciertos neurotransmisores, como la serotonina, norepinefrina y ácido gamma-aminobutírico (GABA), está relacionado con el trastorno de pánico. Estos desequilibrios afectan a la regulación de las respuestas al estrés y el miedo, aumentando la susceptibilidad a ataques de pánico.
El estrés crónico o agudo puede desencadenar o exacerbar el trastorno de pánico. Las situaciones estresantes prolongadas, como problemas laborales, financieros o familiares, generan una sobrecarga en el sistema de manejo del estrés del cuerpo, llevando a la aparición de ataques de pánico.
Experiencias traumáticas, especialmente en la infancia, pueden aumentar el riesgo de desarrollar el trastorno de pánico. Traumas como abuso físico, emocional o sexual, o la pérdida repentina de un ser querido, son eventos emocionales impactantes que pueden afectar al desarrollo del trastorno de pánico.
Las personas con trastorno de pánico a menudo tienen patrones de pensamiento disfuncionales, como la catastrofización (imaginar el peor escenario posible) o la hipervigilancia (estar constantemente en alerta por señales de peligro). Estos patrones pueden perpetuar el ciclo de ansiedad y pánico.
Eventos como la pérdida de un trabajo, la ruptura de una relación o la mudanza a un nuevo lugar pueden actuar como desencadenantes del trastorno de pánico. Estos cambios importantes en la vida pueden aumentar los niveles de estrés y ansiedad, favoreciendo la aparición de ataques de pánico.
Un estilo de vida poco saludable, que incluya falta de ejercicio, déficit en las horas de sueño y descanso así como una dieta inadecuada, consumo excesivo de cafeína, alcohol u otros estimulantes puede contribuir al desarrollo del trastorno de pánico.
Escrito por Sara Montejano Martín, Psicóloga General Sanitaria.