Me gustaría hablaros de la película Loco por ella (Netflix), no os preocupéis, no haré mucho spoiler. Para entrar en contexto diré que es una comedia romántica donde uno de los protagonistas se enamora de una persona con un trastorno mental y para poder tener una relación con ella ingresa voluntariamente en la institución mental donde ella recibe tratamiento. Allí conoce a diferentes personas que padecen diversos trastornos mentales.
El objeto de este artículo no es valorar la película en si, que desde mi punto de vista es muy divertida y los actores hacen unas interpretaciones maravillosas dando vida a unos personajes divertidos y entrañables con los que conectas en sus venturas y desventuras.
Pero si me gustaría comentar que esta película encierra dos grandes verdades y una lección por aprender.
El peligro del desarrollo personal y del pensamiento positivo
La primera gran verdad gira alrededor del pensamiento positivo que demuestra tener el personaje protagonista. Ese pensamiento que es de grandes frases y poco contenido, que encadena frases motivadoras que suenan bien pero que son todo fachada. Ese pensamiento que exhiben los gurús del desarrollo personal y que se basa más en el marketing que en la ciencia (casi todos tienen una trayectoria en marketing o vienen de sectores menos lucrativos que el del desarrollo personal).
Estos gurús son un peligro para todos, pero en especial para aquellas personas que en su sufrimiento y desesperación ven en este tipo de personajes la salida a sus padecimientos.
En la película, este pensamiento positivo que propugna: “sí quieres puedes”, “tu puedes con todo” y “la fuerza esta en ti pero te autoboicoteas”, pone en serio riesgo la vida de uno de los personajes de la trama, ya que dejándose llevar por este tipo de pensamiento abandona su tratamiento clínico.
Desgraciadamente ésto que aparece en la película ocurre en la vida real, personas que eclipsadas por los cantos de sirena de los gurús, abandonan los tratamientos basados en la ciencia.
El funcionamiento de estas prácticas es claro y demuestra donde radica el negocio: cuándo das crédito a lo que dice el gurú de turno (compras uno de sus libros, acudes a una de sus conferencias, realizas uno de sus cursos, etc) la primera sensación es un subidón de motivación. Esto te hace sentir invencible y creer que tu fuerza, o dicho de diversas maneras, espíritu, yo interior, versión mejorada de ti mismo, etc, se ha materializado y de forma milagrosa vas a poder lidiar con la vida y todas sus traba: miedos, frustraciones, decepciones, problemas.
Desafortunadamente, de la misma forma vertiginosa en la que sientes el subidón también aparece el bajón y vuelves a ser la persona que siente miedos, frustraciones, decepciones y que tiene problemas.
Es en este bajón donde se recurre a un nuevo libro, conferencia o curso que te permita volver a sentir ese subidón. Mientras que tu buscas ese subidón de nuevo, también suben las ventas de libros, cursos y conferencias y de forma paralela lo hace la cuenta bancaria del gurú.
Este círculo de subidón-bajón y búsqueda de un nuevo subidón se asemeja peligrosamente al funcionamiento de cualquier adicción.
Más allá de esto, el negocio del gurú es redondo, ya que cuando te das cuenta de que en realidad el libro, conferencia o curso no te ha enseñado las habilidades necesarias para lidiar con la vida, el gurú te dirá que es tu culpa porque no lo has deseado realmente o que no has hecho lo suficiente por reinventarte.
En consulta nos encontramos personas que creían de forma sobrevalorada que con solo desear algo se iba a cumplir, como asegura uno de los mayores superventas de la autoayuda. O personas que se pasan mucho tiempo preguntándole a la vida que espera de ellos, como defiende otro best seller, aunque la vida como tal, sin capacidad de hablar, responder o comunicarse, da la callada por respuesta y no pueden avanzar.
Estas personas desarrollan mucho sentimiento de culpabilidad por no haber sido capaces de lidiar con su vida, con lo fácil que parecía en boca del gurú. vienen a terapia con más miedos, frustraciones y problemas que antes de que “descubrieran” en un libro la piedra filosofal de la felicidad.
Es por esto que cuando leas un libro de autoayuda/desarrollo personal, ten presente que aprender a lidiar con la vida, a resolver problemas y a gestionar las emociones no es algo que se aprende de un día para otro, si no que es una carrera de fondo, donde lo importante no es la iluminación que te promete el gurú sino tu constancia y el aprendizaje de herramientas.
El estigma social de las enfermedades mentales
La otra gran verdad que encierra la película aborda el estigma social de las personas con trastornos mentales. Cuando la comedia se enreda y la directora de la institución descubre en engaño del protagonista, le explica porqué es tan rigurosa y estricta en la aplicación de los protocolos para los tratamientos. Le hace ver que como el protagonista mismo, todo el mundo quiere ayudar a sus seres queridos y que además todos creen que saben hacerlo, también le explica que esto no es nada más que buenas intenciones, pero que el verdadero tratamiento es la aceptación de sus trastornos. De esta forma y como la directora le dice, esto “les ayuda a dejar de fingir que ellos están bien para que gente como nosotros lo estemos”.
En muchas ocasiones, la persona con trastornos psicológicos se enfoca en fingir que no tiene dificultades, porque si demuestran tenerlas serán marginadas y rechazadas.
Las enfermedades mentales aún siguen siendo enfermedades escondidas y ocultas, sobre las que hay mucho desconocimiento y confusión. En general quién no las sufre, cree que las personas que las tiene pueden ser imprevisibles, incapaces e incontrolables y por tanto son peligrosas.
Para la sociedad lo que no se ve no existe, de esta manera estamos ajenos al drama de los suicidios, o de la precariedad de la atención psicológica en la sanidad o de la falta de recursos para tratar trastornos como los TCA o la enfermedad mental grave.
No obstante y por mucho que nos obcequemos en mirar para otro lado, la realidad es la que es y no podemos obviar esta realidad, que por cierto, es una realidad que va en aumento.
Por último quiero hacer referencia a la lección, que a mi juicio, encierra la película. Llegando al final de la película, donde todos los enredos se van deshaciendo, el protagonista hace una reflexión sobre el papel y la responsabilidad que todos tenemos al tratar con personas que viven y lidian con un trastorno mental.
El protagonista asegura que no volverá a decirle a nadie que sonría cuando esté triste o que recuperarse está en su mano, muy al contrario afirma que lo que hará será estar al lado de la persona si lo necesita aunque no pueda entender que es lo que le pasa.
La lección es que si queremos ayudar a una persona que padece un trastorno mental la mejor manera no es presionándole para que esté bien, solo porque nos sentimos incómodos ante el sufrimiento ajeno, ni dándole consejos vacíos, la mejor manera en que le podemos ayudar es no juzgándole.
La próxima vez que vea a alguien triste, no voy a pedirle que sonría. Si de verdad quiero ayudarle, lo que voy a hacer es hacerle saber que aunque no sea capaz de entender lo que le pasa , estaré allí si me necesita"